Comenzamos el mes de abril celebrando la Semana Santa, culmen de la preparación para la gran fiesta de la Pascua. Los oficios solemnes del Triduo Pascual inician conmemorando la Cena del Señor, su Mandamiento del Amor, y la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio. El Viernes Santo es un día de austeridad en el que meditamos la pasión de Jesucristo que se lee de manera solemne -y no deja de haber un recuerdo afectuoso para Nuestra Señora recordando su dolor y soledad. El Sábado Santo la Iglesia está como pasmada contemplando a Jesucristo en el sepulcro, pero con la Vigilia Pascual estalla en la noche el gozo de la Resurrección. La luz del cirio pascual es un símbolo elocuente del triunfo de Jesús, luz para este mundo que a veces parece sumido en tinieblas, luz que cantamos, luz que nos ilumina, luz de la que participamos, porque también nosotros debemos ser luz de Cristo. Por eso, escuchamos la palabra de Dios de una manera más amplia y renovamos los compromisos adquiridos en nuestro Bautismo para, renovados de esa manera, celebrar la sagrada Eucaristía. Siguen después 50 días de una alegría especial y la primera semana de estos 50 días es como un gran domingo hasta el domingo de la Divina Misericordia. Sé que es un tiempo de vacaciones para muchos de ustedes, pero no olviden que sobre todo debe ser un tiempo de unión con Dios recordando lo que ha hecho y hace constantemente por nosotros. Si pueden, no dejen de asistir a los oficios litúrgicos — ¡son tan hermosos…! Les pido sus oraciones por la Iglesia Universal y también por todos los que colaboramos en esta Parroquia. ¡Felices Pascuas!
P. J. Armando Ruiz C.