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Una estupenda oportunidad

1. El Papa Francisco ha querido conmemorar los ciento cincuenta años de la declaración por parte de Pío IX de san José como Patrono de la Iglesia Universal y, para ello, además de escribir una preciosa carta apostólica, ha decretado dedicar un año completo al Santo Patriarca. Se nos invita a contemplar durante doce largos meses la amable figura de san José quien fuera nada menos que el custodio en la tierra de los dos más grandes tesoros de la historia de la salvación: el niño Jesús y la Virgen María.

           Ahora bien, pienso que sería razonable preguntarnos, ¿qué nos dice a los cristianos de hoy este santo?,  ¿qué podemos aprender de él? En la mencionada carta apostólica, titulada Patris corde (Con corazón de padre), el Papa nos ofrece muchas posibles respuestas a estos interrogantes. Quisiera dedicar este editorial del Campanario a comentar un punto que me parece especialmente oportuno en el contexto de la desolación en que muchos se encuentran con motivo de la pandemia. Es el apartado titulado Padre de la valentía creativa[1].

Una personalidad imponente

           2. De la lectura de los relatos de la infancia del Señor, en los que san José –con la Virgen María– tuvo una participación central, se desprende que su vida no fue en absoluto cómoda. La suya, decía san Josemaría, fue una historia de duros sucesos, combinados con la alegría de ser el custodio de Jesús[2]. Tuvo incontables contrariedades pero en ningún momento lo vemos encogido o asustado. Supo ejercer, como apunta Francisco, una valentía creativa frente a momentos realmente terribles: el desconcierto de comprobar que su prometida (María) está embarazada y él, que la amaba con una inmensa ternura y fidelidad, no había tenido nada que ver con ese embarazo. Más tarde las cosas se aclaran, un ángel le hace saber que el niño que viene en camino ha sido concebido por obra del Espíritu Santo, pero al poco tiempo, al trasladarse a Belén, viene la angustia de comprobar que estando María a punto de dar a luz, sus parientes y conocidos no los quieren recibir. Luego, apenas se ha podido instalar en la ciudad de David, viene un estremecedor sobresalto con la noticia de que el rey Herodes está buscando al niño para matarlo y que, en consecuencia, es indispensable huir precipitadamente a Egipto… Esas pruebas difíciles en lugar de acobardarlo, hacen que José saque a relucir los grandes recursos humanos y sobrenaturales de su extraordinaria personalidad. Recursos que tal vez él mismo no era consciente de que tenía.

           En la existencia de la Sagrada Familia, la providencia divina, en lugar de acudir a milagros aparatosos, a los que son tan proclives los evangelios apócrifos (esos falsos relatos antiguos de la vida de Jesús), actúa con una gran sencillez y sobriedad. Dios en este caso se vale de la persona de José, de su valentía creativa para resolver uno detrás de otro, los problemas que se van presentando. Podríamos concluir con el Papa que es él, san José, el verdadero milagro con el que Dios protege y salva al Niño Jesús y a su madre bendita.

Inspiración para padres y madres de familia

3. Pensemos ahora, en nuestra situación actual. ¡Cuántas veces nos ocurre que, arrastrados por la fantasía, suponemos que la solución a nuestros problemas, grandes o pequeños, es una intervención milagrosa, un portento maravilloso! Mientras que en el Evangelio descubrimos todo lo contrario. Los conflictos se resuelven de un modo muy distinto. Por ejemplo, la arrogancia y la violencia de un monarca poderoso y tiránico, se vence, no por hechos asombrosos, sino por la discreción y delicada obediencia de un sencillo carpintero de Galilea. Eso sí, lleno de confianza en Dios y de una aguda valentía creativa. Ante ese inminente peligro la mente de José resuelve rápido y bien lo que conviene hacer. Y, huyendo por la noche a Egipto, consigue salvar al niño Dios.

La entera vida de José, su recia y atractiva personalidad, fueron como una muralla de bronce para Jesús y María. Si aprovechamos la oportunidad que nos ofrece este año para conocerlo y tratarlo más, estoy convencido de que su modo de actuar –su valentía creativa–nos inspirará cada día para resolver los asuntos que tengamos entre manos. Ciertamente tampoco es fácil lo que ahora están viviendo muchos padres de familia. La pandemia amenaza gravemente su salud y su patrimonio;  las limitaciones a la libertad de movimientos prueban cada día la resistencia de sus nervios; les preocupan, como a todos, la inseguridad que, lejos de disminuir, aumenta cada día; no se ve claro el rumbo que va adquiriendo el país en su conjunto; y tantas cosas más. Pues ante ese incierto panorama, junto al trabajo y la oración de cada día, no olvidemos contar con la intercesión de san José. El Santo Patriarca es patrono de la Iglesia Universal. Si antes protegió al niño Jesús ahora protege a toda la Iglesia que es, como recuerda el Papa Francisco, la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia[3].

Ir a donde el Señor quiera

4. La Escritura nos recuerda que los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni sus caminos los nuestros[4]. No sabemos qué nos pueda deparar el futuro inmediato. Lo que sí está claro es que todos debemos estar en condiciones de responder como el profeta Isaías: Aquí estoy, Señor. Envíame[5]. Debemos encaminar nuestros pasos a lo que en cada caso estimemos como su voluntad para nosotros. Y, en ese proceso, no sería difícil que experimentemos un poco lo que Jesús le dijo una vez a san Pedro: extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras[6]. A José eso le pasó muchas veces. Casi podríamos decir –como predicaba el cardenal Joseph Ratzinger un 19 de marzo, fiesta de su santo patrono– que tuvo siempre como regla de su vida esta humildad y disposición: ir, no a donde las cosas le resultaban más gratas o cómodas, sino a donde Dios quiso[7]. Aprendamos.

Francisco A. Cantú, párroco

Santa Fe, Ciudad de México, a 24 de febrero de 2021


[1] Papa Francisco, Carta apostólica Patris corde, n. 5.

[2] San Josemaría, carta pastoral, 14 de febrero de 1974.

[3] Papa Francisco, carta apostólica Patris corde, n. 5.

[4] Cfr. Isaías 55, 9.

[5] Isaías 6, 8.

[6] Juan 21, 18.

[7]  Cfr. J. Ratzinger, De la mano de Cristo. Homilías sobre la Virgen y algunos santos, p. 39.

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